Estudios de diversas universidades demuestran que los niños criados por varios adultos (háblese de abuelos, tíos, niñeras, maestras...), desarrollan personalidades más estables; en contraste con los niños criados en una familia nuclear (en la que sólo los padres comparten las responsabilidades), que cuentan con menos modelos de resolución de conflictos.
Mientras más opciones tengan los niños, más oportunidad tienen de ampliar su repertorio de comportamientos posibles, eso los ayuda a madurar.
Cuando criar a un hijo cae sobre los hombros de una persona, esta persona muchas veces se siente atrapada, aislada, y frustrada. Sufre de nostalgia por extrañar la libertad y el contacto con los adultos. Por ello, podría acumular resentimientos en contra de sus hijos.
En nuestra generación, la mayoría de las familias tienen menos hijos, así que no ocurre lo que pasaba antes en las familias múltiples de 6 o más hijos que los hermanos se cuidaban entre sí, y tenían que compartir los espacios, las cosas, etc.
Hoy, hay muchos hijos que reciben "todo": tienen su propia habitación llena de juguetes y televisor, así se hacen vulnerables, y son presa de la frustración cuando se encuentran con el mundo real con todas sus barreras.
Hoy, hay muchos hijos que reciben "todo": tienen su propia habitación llena de juguetes y televisor, así se hacen vulnerables, y son presa de la frustración cuando se encuentran con el mundo real con todas sus barreras.
Cuando la crianza de los hijos se realiza de manera compartida, con consciencia y amor, se dan beneficios para todas las partes. En los niños, y en los padres predominan los sentimientos amorosos y se siente satisfacción por la tarea realizada.
Por Daniel Duque @danielduque21
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